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Da de su poder Tucídides la más cierta y cabal idea; pero los cómicos lo desfiguran malignamente, llamando nuevos Pisistrátidas a los amigos que Pericles tenía cerca de sí, y exigiendo de él que jurara no hacerse tirano, como que su superioridad y excelencia se hacía incómoda y no cabía dentro de la democracia, y Teleclides dice que los Atenienses pusieron en su mano De las ciudades todas los tributos, y las ciudades mismas, a su antojo dejando el libertarlas u oprimirlas; alzar de piedra o derribar sus muros; los tratados, la fuerza, el poderío, y la paz, la riqueza y la ventura.Y esto no fue cosa de una favorable ocasión, o gracia y felicidad de un gobierno que floreció por horas, sino que por cuarenta años estuvo dominado entre los Efialtes, los Leócrates, los Mirónidas, los Cimones, los Tólmides y los Tucídides; y después de haber triunfado de Tucídides, y héchole desterrar, no se hizo menos admirable en los siguientes quince años; y con tener él sólo el poder sobre los ejércitos en cada un año, no se conservó menos incorruptible por el dinero. Y no porque fuese del todo desperdiciado en cuanto a los bienes; antes, para no abandonar la hacienda paterna tan justamente poseída, ni ocuparse tampoco demasiadamente en ella cuando tantos otros negocios le cercaban, estableció la administración que le pareció más fácil y más exacta. Vendía cada año por junto los frutos de su cosecha, y después se surtía de la plaza a la menuda de las cosas necesarias para la casa y para el sustento: no dejaba por tanto, lugar a que se regalasen sus hijos ya crecidos: ni era dispensador profuso con las mujeres de la familia; antes le censuraban este método de la compra diaria, reducido rigurosamente a no gastar más que lo preciso, sin que en una casa tan grande y de tanto tráfago se desperdiciara nada; llevándose, así lo relativo al gasto como a la renta, con mucha cuenta y medida. El que tenía a su cargo toda esta exactitud era uno de sus esclavos llamado Evángelo, de la más excelente índole por sí, o formado por Pericles para este manejo. En verdad que no conformaba todo esto con la filosofía de Anaxágoras, que por entusiasmo y magnanimidad abandonó su casa, y dejó sus campos yermos y eriales. Mas yo pienso que no debe ser uno mismo el tenor de vida del filósofo especulativo y el del político, sino que aquel vuelve su inteligencia, desprendida y nada necesitada, de esta materia exterior a lo que es honesto y bueno, y a éste, a quien le es preciso aplicar a la virtud las ocupaciones humanas, la hacienda puede servirle no sólo para las cosas absolutamente necesarias, sino para la virtud misma, como en el propio Pericles puede verse, que socorría a los indigentes. Aun respecto del mismo Anaxágoras se cuenta que, viéndose olvidado de Pericles, a causa de los muchos negocios de éste, y siendo ya viejo, envuelto en su capa, se echó a morir desalentado: que llegando Pericles a entenderlo, corrió al punto allá con el mayor sobresalto, y le hizo los más eficaces ruegos, diciendo que más que de Anaxágoras sería suyo aquel infortunio, si perdía al que tanto le ayudaba con su consejo en el gobierno; y que éste, descubriéndose finalmente, le replicó: “Oh, Pericles, los que han menester una lámpara le echan aceite”.

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