Cuál, pues, hubiera sido el origen de la guerra, es difícil de averiguar; pero de que no se hubiese revocado el decreto, todos hacen autor a Pericles, sino que unos dicen que nació en él de grandeza de ánimo, resuelto siempre a lo mejor, aquella resistencia, estando persuadido de que en lo que se demandábase quería probar si cedería, y de que el otorgamiento se tendría por confesión de debilidad; y otros quieren más que esto hubiese sido por espíritu de arrogancia y contradicción para que resaltase más su gran poder, viendo que tenía en poco a los Lacedemonios. Mas la causa que le hace menos favor entre todas, y que tiene más testigos que la comprueban, es de este modo. El escultor Fidias fue el ejecutor de la estatua, como tenemos dicho; siendo, pues, amigo de Pericles, y teniendo con él gran influjo, se atrajo por esto la envidia, y tuvo ya a unos por enemigos, y otros, queriendo en él hacer experiencia de cómo el pueblo se habría en juzgar a Pericles, sobornaron a uno de sus oficiales, llamado Menón, y le hicieron presentarse en la plaza en calidad de suplicante, pidiendo protección para denunciar y acusar a Fidias. Recibióle bien el pueblo, y habiéndosele seguido a éste causa en la junta pública, nada resultó de robo, porque el oro lo colocó desde el principio en la estatua por consejo de Pericles, con tal arte, que cuando quisieran separarlo pudiera comprobarse el peso; que fue lo que entonces ordenó Pericles ejecutasen los acusadores: así sola la gloria y fama de sus obras dio asidero a la envidia contra Fidias, principalmente porque, representando en el escudo la guerra de las Amazonas, había esculpido su retrato en la persona de un anciano calvo, que tenía cogida una gran piedra con ambas manos, y también había puesto un hermoso retrato de Pericles en actitud de combatir con una Amazona. Estaba ésta colocada con tal artificio, que la mano que tendía la lanza venía a caer ante el rostro de Pericles, como para ocultar la semejanza, que estaba bien visible por uno y otro lado. Conducido, por tanto, Fidias a la cárcel, murió en ella de enfermedad, o, como dicen algunos, con veneno, que para mover sospechas contra Pericles le dieron sus enemigos, y al denunciador Menón, a propuesta de Glicón, le concedió el pueblo inmunidad, encargando a los generales que celaran no se le hiciese agravio.