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Por aquel mismo tiempo, Aspasia fue acusada del crimen de irreligión, siendo el poeta cómico Hermipo quien la perseguía; y la acusaba, además, de que daba puerta a mujeres libres, que por mal fin buscaban a Pericles. Diopites hizo también decreto para que denunciase a los que no creían en las cosas divinas, o hablaban en su enseñanza de los fenómenos celestes; en lo que, a causa de Anaxágoras, se procuraba sembrar sospechas contra Pericles. Habiendo el pueblo admitido y dado curso a las calumnias, a propuesta de Dracóntides se sancionó decreto para que Pericles rindiese las cuentas de caudales ante los Pritanes, y los jueces dando su voto desde el tribunal, pronunciasen su sentencia en público. Agnón hizo suprimir esta parte en el decreto, sustituyendo que la causa fuese ventilada por mil y quinientos jueces, bien quisieran titularla de robo o soborno, o bien de daño al Estado. Por Aspasia intercedió, y en el juicio, como dice Esquines, vertió por ella muchas lágrimas, haciendo súplicas a los jueces; pero temiendo por Anaxágoras, con tiempo le hizo salir y alejarse de la ciudad. Mas viendo que en la causa de Fidias había decaído del favor del pueblo, acaloró la guerra inminente y que estaba para estallar, con esperanza de disipar las acusaciones y minorar la envidia, estando en posesión de que en los negocios y peligros graves la ciudad por su dignidad y poder se pusiese a sí misma en sus manos. Éstas son las causas por las que se dice no permitió que el pueblo condescendiera con los Lacedemonios; mas cuál sea la cierta es bien oscuro.

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