Ésta es la historia de la vida de estos dos grandes hombres; mas puesto que uno y otro han dejado señalados ejemplos de virtud en la parte militar y en la política, vaya, tomemos por principio en la parte militar el que a Pericles, habiendo tenido mando en un pueblo que iba prósperamente, y que siendo en sí grande florecía sumamente en poder, parece que la común buena suerte de que gozaba la república le daba seguridad y firmeza, mientras que las hazañas de Fabio, que en tiempos trabajosos e infelices se encargó de la ciudad, no se hubieron de limitar a mantenerla segura en la dichosa suerte, sino que tuvieron que mudar en bueno su mal estado. A Pericles, los afortunados sucesos de Cimón, los trofeos de Mirónides y Leócrates y las muchas grandes victorias de Tólmides más parece que le llamaban, cuando se puso al frente de la ciudad, a entretener a ésta con fiestas y regocijos públicos, que a vencer y tener que conservarla por medio de la guerra; pero Fabio, cuando no tenía a la vista sino muchas retiradas y derrotas, muchas muertes y ruinas de generales y capitanes, los lagos, los campos y los bosques llenos de ejércitos destrozados, y los ríos teñidos hasta el mar de mortandad y sangre, apoyando y sosteniendo en sola su constancia y firmeza la ciudad, impidió que, trastornada con el sacudimiento de tantos errores ajenos, del todo se asolase. Y aunque acaso se tendrá por menos difícil tener a raya una ciudad humillada y hacerla obedecer por necesidad al que sobresale en prudencia que poner freno a la insolencia y temeridad de un pueblo engreído e hinchado con su prosperidad, que es como Pericles principalmente dominó a los Atenienses, con todo, el tamaño y muchedumbre de las desgracias que entonces acontecieron a los Romanos hicieron ver que era hombre del más firme juicio y de la mayor constancia el que no vaciló ni se apartó un punto de su propósito.