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Su primera entrada al favor popular dícese haber sido un donativo de dinero, no preparado de antemano, sino nacido de casualidad, porque yendo por la calle, en ocasión de estar alborotados los Atenienses, preguntó la causa, e informado de que era por una distribución de dinero, se acercó y les dio también. Comenzó el pueblo a gritar y aclamarle, y olvidado con este placer de una codorniz que llevaba debajo de la capa, dio ésta a volar y se le huyó; con lo que creció más la aclamación de los Atenienses, y muchos corrieron a ayudarle a cobrarla, habiendo sido Antíoco el piloto quien la cogió y se la volvió, por lo cual le tuvo de allí en adelante en mucha estimación. Su linaje, su riqueza y su valor en los combates le abrían ancha puerta para introducirse en el gobierno, mayormente teniendo muchos amigos; pero, con todo, su mayor deseo era ganar el ascendiente sobre la muchedumbre con la gracia en el decir; y de que sobresalía en esta dote nos dan testimonio los poetas cómicos y también el más vehemente de los oradores, diciendo en su oración contra Midias que Alcibíades, entre otras muchas dotes, tenía la de la elocuencia. Y si hemos de dar crédito a Teofrasto, el hombre más investigador y de más noticias entre los filósofos, Alcibíades sobresalía mucho en la invención y en el conocimiento de lo que en cada asunto convenía: mas como no sólo examinase qué era lo más oportuno, sino también de qué manera se diría con las voces y las frases más adecuadas, carecía de facilidad, y así tropezaba a menudo, y en medio del período callaba y se detenía, para ver cómo había de continuar.

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