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Al cabo de treinta días, habiendo podido Alcibíades proporcionarse un caballo, escapó de la vigilancia de los guardas y huyó a Clazómenas, haciendo correr contra Tisafernes la voz de que él mismo le había puesto en salvo. Navegó de allí al ejército de los Atenienses, y llegando a entender que Míndaro y Farnabazo se hallaban juntos en Cícico, incitó a los soldados y les hizo entender ser preciso que por mar y por tierra, y aun combatiendo muros, peleasen contra los enemigos, pues no podrían procurarse los recursos necesarios, si por todos estos modos no vencían. Armó, pues, las naves, y dando la vela hacia Proconeso, dio orden de que se encerraran y detuvieran dentro de la armada los buques ligeros, para que por ningún medio pudieran presumir los enemigos su marcha. Hizo la casualidad que de repente llovió mucho con truenos, y que vino también en su favor tal oscuridad, que encubrió todo aquel aparato; de manera que no sólo se ocultó a los enemigos, sino a los mismos Atenienses; porque cuando estaban ya desconfiados, dio la orden y partieron, De allí a poco, la oscuridad se disipó, y se divisaron las naves de los Peloponenses, que estaban ancladas delante del puerto de Cícico. Temeroso, pues, Alcibíades, de que viendo antes de tiempo lo grande de sus fuerzas se retiraran a tierra, dio orden a los otros generales de que navegaran lentamente y se fueran atrasando, y él se presentó, no teniendo consigo más de cuarenta naves, y provocó a los enemigos. Cayeron éstos en el lazo, y mirando con desprecio el que viniesen contra tantas, al punto se fueron para los contrarios y trabaron combate, pero cuando sobrevinieron las demás naves, empezada ya la acción dieron a huir aterrados. Alcibíades entonces, con veinte de las mejores galeras, se metió por medio y encaminó a tierra: y saltando a ella, acometió a los que se retiraban de las naves, dando muerte a muchos. Venció a Míndaro y Farnabazo, que se adelantaron en defensa de éstos, dando muerte a Míndaro, que peleó valerosamente; mas Farnabazo logró fugarse. Fue grande el número de muertos y el de las armas de que se apoderaron; tomaron todas las naves; se hicieron asimismo dueños de Cícico; y huido Farnabazo y destrozados los Peloponenses, no solamente quedaron en segura posesión del Helesponto, sino que alejaron a viva fuerza de aquellos mares a los Lacedemonios. Cogiéronse hasta las cartas en que lacónicamente participaban a los Éforos aquella derrota: “Nuestras cosas están perdidas. Míndaro, muerto. La gente, hambrienta. No sabemos qué hacer”.

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