Dominaba entre las demás pasiones de Marcio la de la guerra, y así desde niño empezó a manejar las armas; y, juzgando que de nada les sirven las armas de afuera a los que no tienen bien adiestrada y dispuesta el arma innata e ingénita, que es el cuerpo, de mal modo ejercitó el suyo para toda especie de lid, que en el correr era sumamente ligero, y para tenerse firme en la lucha y en los combates casi invencible; por tanto, los que contendían con él en fortaleza y virtud, siéndole en ellas inferiores, echaban la culpa a la robustez de su cuerpo, que era invencible e incapaz de doblarse con trabajo alguno.