Oponíanse principalmente los tribunos Sicinio y Bruto, diciendo a gritos que se quería disfrazar la cosa más inhumana con uno de los nombres más benignos, pues era como echar al Tártaro a los pobres, hacerles marchar a una ciudad llena de un aire enfermizo y de cadáveres insepultos y enviarlos a la mansión de un Genio extranjero y maléfico, y como si esto no fuera bastante, que a unos ciudadanos querían los acabase el hambre, a otros los abandonaban a la peste, y además les suscitaban una guerra del todo voluntaria para que no hubiera calamidad que a la ciudad no alcanzase, porque no se prestaba a vivir en la esclavitud de los ricos. No circulando. pues, entre la plebe otros discursos que éstos, no se presentaba a la revista de los cónsules, y desacreditaba la resolución de enviar la colonia. Veíase en perplejidad el Senado; pero Marcio, que ya estaba lleno de orgullo y tenía la reputación de altivo, haciéndose admirar por esta cualidad, era entre los poderosos el que más abiertamente hacía frente a los tribunos. Enviaron, pues, la colonia, precisando a salir con graves penas a los sorteados, y por lo que hace a la milicia, como enteramente se negasen a ella, Marcio juntó sus clientes y otros a quienes pudo persuadir, recorrió todo el país de los de Ancio, y habiendo encontrado mucho grano, y hecho gran botín de ganados y esclavos, nada tomó para sí, y volvió a Roma con sus soldados, que traían y conducían mucha hacienda: de manera que los demás, pesarosos ya y envidiosos de los que se habían enriquecido, se irritaban con Marcio y miraban con malos ojos su gloria y su poder, como que crecían en daño de la plebe.