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Presentóse de allí a poco tiempo Marcio pidiendo el consulado, y la mayor parte condescendía, ocupando a la plebe cierta vergüenza para no desairar ni repeler a un varón que, sobresaliendo a todo en linaje y en valor, había alcanzado tantos y tan señalados triunfos; porque era costumbre que los que pedían el consulado hablaran y alanzaran la diestra a los ciudadanos, presentádose con sola la toga y sin túnica en la plaza, bien fuera para mostrar mayor sumisión en sus ruegos, o bien para poner de manifiesto los que tenían cicatrices aquellos honrosos testimonios de su valor y fortaleza, pues no era por sospecha de distribución de dinero o de presentes el obligar a que el peticionario se presentara a sus conciudadanos desceñido y sin túnica, porque tarde y muy largo tiempo después fue cuando se introdujo la corrupción y la venta, y cuando el dinero se mezcló en las votaciones de los comicios; y ya desde entonces el soborno, habiendo contaminado los tribunales y los ejércitos, impelió la ciudad hacia el despotismo, cautivando las armas al dinero, pudiéndose asegurar que tuvo mucha razón el que dijo que el primero que disolvió la república fue el que dio banquetes e hizo distribución de dinero al pueblo. Mas este daño parece que se fue deslizando a escondidas y poco a poco, y que no se manifestó de pronto en Roma, puesto que no sabemos quién fue el que primero hizo en aquella ciudad donativos a los tribunales o al pueblo; cuando en Atenas se dice haber sido el primero que dio dinero a los jueces Ánito, el hijo de Antemión, acusado de traición acerca de Pilo, ya hacia el fin de la guerra del Peloponeso, tiempo en que todavía en Roma dominaba en la plaza pública un linaje verdaderamente áureo e incorrupto.

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