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Cuando la mayor parte de la plebe se hubo calmado, y se echó de ver en el escuchar con orden y sosiego que se había dejado convencer y ablandar, tomando la palabra los tribunos, ofrecieron que la plebe competiría en moderación y prudencia con el Senado mientras así se la tratase; mas al mismo tiempo ordenaron que Marcio se justificase de haber tratado de inflamar al Senado para trastornar el gobierno y disolver la república, de haber sido rebelde a la citación de ellos mismos y, finalmente, de haber dado golpes e insultado en la plaza pública a los prefectos, promoviendo en cuanto estuvo de su parte la guerra civil y armando a los ciudadanos unos contra otros. Hacían esta propuesta con la intención, o de humillar a Marcio si contra su carácter deponía la altivez, o de encender más la ira contra él si usaba de su genio, que era lo que más esperaban y en lo que ciertamente no se engañaron: porque se presentó como para defenderse, y la plebe le prestó una reposaba atención; mas luego que ante unos hombres que aguardaban un lenguaje sumiso empezó, no sólo a usar de un desenfado chocante y de una acusación más chocante todavía que el desenfado, sino que aun en el tono de voz y en todo su continente dio muestras de un desahogo que no distaba mucho del desdén y del desprecio, la plebe se incomodó y se le veía que le era muy molesto aquel discurso; y de los tribunos, Sicinio, que era el más pronto y arrebatado, habiendo conferenciado brevemente con sus colegas y publicando que Marcio era condenado a muerte por los tribunos, ordenó a los prefectos que, llevándole a la roca Tarpeya, le arrojasen inmediatamente al barranco que está al pie de ella. Al ir los prefectos a echarle mano, aun a los más de los plebeyos les pareció aquello sumamente duro y mal meditado; y los patricios, levantándose y acudiendo de todas partes, pugnaban con gritería por darle socorro, y unos apartaban a empellones a los que le asían, cogiendo a Marcio en medio de ellos, y otros, levantando las manos, hacían plegarias a la muchedumbre. De nada servían los discursos ni las voces en semejante tumulto y confusión; conferenciando, por tanto, entre sí los amigos y familiares de los tribunos sobre que sería imposible, sin gran mortandad de los patricios, sacar de allí y castigar a Marcio, lograron persuadir a aquellos que desistieran de lo extraño y repugnante de aquel modo de castigo, quitándole la vida por violencia, sin ser juzgado, y antes permitieran al pueblo dar su voto. De sus resultas preguntó Sicinio a los patricios qué era lo que intentaban con sustraer a Marcio de manos de la plebe que quería castigarle. Y como aquellos le preguntasen a su vez: “¿Y qué resolución y presunción es la vuestra de conducir así a uno de los primeros ciudadanos Romanos a un castigo tan feroz e ilegal?”, “No hagáis, pues, contestó Sicinio, que esto sirva de pretexto para una disensión y sublevación contra la plebe, ya que se os concede lo que apetecéis, que es que sea juzgado: y a ti, oh Marcio, continuó, te asignamos el plazo de tres ferias para que comparezcas, y si es que no has delinquido, lo hagas manifiesto a sus conciudadanos, que con sus votos han de juzgarte.”

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