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En seguida, tomando por asalto a Bolas, ciudad que no distaba de Roma más de cien estadios, se hizo dueño de gran riqueza y pasó a cuchillo casi a todos cuantos podían por la edad llevar armas. De los Volscos, aun aquellos a quienes no había tocado quedarse en las ciudades no tenían paciencia, sino que se pasaban con sus armas a Marcio, diciendo que a él sólo le reconocían por general y por caudillo. Era por toda la Italia muy sonado su nombre y grande la opinión de su valor, pues que con la mudanza de una sola persona tan extraordinario cambio se había hecho en todos los negocios. En los de los Romanos, ningún concierto había, desalentados como estaban para salir a campaña y no ocupándose diariamente más que en sus altercados y en expresiones de discordia de unos a otros, hasta que les llegó la nueva de estar sitiada por los enemigos la ciudad de Lavinio, donde los Romanos tenían los templos de los Dioses patrios y que era la cuna y principio de su linaje, por haber sido la primera de que Eneas había tomado posesión. Entonces, ya una admirable y común mudanza de modo de pensar se apoderó de la plebe, y otra extraña también enteramente y fuera de razón trastornó a los patricios. Porque la plebe se decidió a abolir la condena de Marcio, y a restituirle a la ciudad, y el Senado, reunido a deliberar sobre aquella determinación, recedió de ella y la contradijo, o porque en todo se hubiese propuesto repugnar a los deseos de la plebe, o porque no quisiese que. Marcio debiera el favor de ésta su restitución, o porque ya se hubiese irritado con éste porque a todos hacía daño sin haber sido de todos ofendido, habiéndose declarado enemigo de la patria, en la que la parte principal y de más poder sabía que había tenido que padecer y había sido agraviada juntamente con él. Participada esta resolución a la muchedumbre, la plebe no tenía arbitrio para decretar alguna cosa con sus sufragios y establecerla como ley sin que precediera la autoridad del Senado.

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