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Éste fue el primer motivo de queja que hicieron valer contra él aquellos de entre los Volscos que ya antes miraban mal y con envidia su grande autoridad, de cuyo número era Tulo, no porque en su persona hubiese sido en ninguna manera ofendido, sino por lo que es la miseria de nuestra condición; Tulo no podía sufrir ver del todo oscurecida su gloria y que ningún caso hacían ya de él los Volscos, en cuya opinión sólo Marcio lo era todo, debiendo contentarse los demás con la parte de poder y mando de que éste quisiera hacerlos participantes. De aquí tomaron origen los primeros cargos que sordamente circulaban, e incomodados murmuraban entre sí, dando a aquella retirada el nombre de traición; porque si no lo era de muros o de armas, lo era, sin embargo, de la ocasión y oportunidad, con la que estas cosas suelen o ganarse o perderse, concediendo un plazo de treinta días, más que sobrado para que pudieran sobrevenir las mayores mudanzas. Y no porque Marcio pasase ocioso ese tiempo; por el contrario, durante él hizo marchas con que desbarató y disipó a los aliados de los enemigos y les tomó siete ciudades grandes y populosas. Mas los Romanos no se atrevieron a auxiliarlos; sino que sus ánimos estaban poseídos del desaliento, y en cuanto a los peligros de la guerra se parecían a los cuerpos soñolientos y paralizados. Pasado que fue el plazo, como se presentase otra vez Marcio con todas sus fuerzas, enviáronle segunda legación, rogándole que depusiese el enojo, y, retirando a los Volscos del territorio romano, hiciera y propusiera lo que juzgase convendría más a ambos pueblos: en el concepto de que por miedo nada cederían los Romanos: mas si entendía que en alguna cosa pudiera tenerse condescendencia con los Volscos, todo se les otorgaría, deponiendo las armas. A esto contestó Marcio que nada les respondía corno general de los Volscos, pero como ciudadano que todavía era de Roma les aconsejaba y exhortaba que, moderando aquellos orgullosos pensamientos, volviesen de allí a tres días, trayendo decretado lo que se les había propuesto, pues si fuese otra la respuesta no tenían que contar con la inviolabilidad para tornar con palabras vanas a su campo.

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