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En cuanto a Marcio, no bien hubo dado a Ancio la vuelta, cuando Tulo, que por miedo le aborrecía y no le podía sufrir, se propuso quitarle prontamente del medio, porque si ahora escapaba, no volvería otra vez a dar asidero. Concitó y sublevó contra él a otros muchos y le intimó que diera cuentas a los Volscos, deponiendo el mando. Mas aquel, temiendo quedarse de particular bajo la autoridad de Tulo, que siempre conservaba gran poder entre sus conciudadanos, respondió que entregaría el mando a los Volscos si se lo ordenasen, y las cuentas las presentaría a cuantos de éstos quisieran pedirlas. Congregóse, pues, el pueblo, y los agitadores, que se tenían prevenidos, andaban acalorando a la muchedumbre; mas como luego que Marcio se puso en pie hubiesen por respeto cedido los alborotadores, dándole lugar para hablar con tranquilidad, y se viese bien a las claras que los principales entre los Anciates, contentos con la paz, iban a oírle con benignidad y a juzgarle en justicia, Tulo comprendió que iba a ser vencido si aquel se defendía. Porque era hombre que sobresalía en el don de la palabra, y sus anteriores servicios pesaban más que la querella presente, siendo esta misma la mayor prueba de cuánto era lo que se le debía; porque no hubiera llegado el caso de tenerse por agraviados en que no hubiese tomado a Roma teniéndola en la mano, si no se debiera al mismo Marcio el haber estado tan cerca de tomarla. No juzgaron, por tanto, conveniente el detenerse y contar con la muchedumbre, sino que, alzando gritería los más determinados de los conspiradores, diciendo que no había para que escuchar o atender a un traidor que los tiranizaba y que se obstinaba en no dejar el mando, se arrojaron en gran número sobre él y le acabaron, sin que ninguno de los presentes le socorriese. Mas que esto se ejecutó contra el voto de la mayor parte, lo manifestaron bien pronto, concurriendo de las ciudades a recoger el cuerpo y darle sepultura, adornando con armas y despojos su sepulcro por prez de su valor y de la dignidad de general. Sabida por los Romanos su muerte, ninguna demostración hicieron ni de honor ni de enojo con él; solamente a petición de las matronas les concedieron que le hicieran duelo por diez meses, como era costumbre hiciese duelo cada uno en la muerte del padre, del hijo o del hermano: éste era el término del luto más largo, señalado y prescrito por Numa Pompilio, como en la relación de su vida lo manifestamos. Entre los Volscos muy luego el estado de sus cosas hizo ver la falta que Marcio les hacía: porque primero indisponiéndose por el mando con los Ecuos, sus aliados y amigos, llegó a haber entre ellos heridas y muertes; vencidos después en batalla por los Romanos, en la que murió Tulo, y perdieron lo más florido de sus tropas, tuvieron que someterse con condiciones vergonzosas, prestándose a hacer lo que se les ordenase.

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