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Suscitóse rencilla entre los vaqueros de Amulio y Numitor, robando éstos algún ganado; y no pudiendo llevarlo en paciencia, vinieron con ellos a las manos, los hicieron retirarse y les arrebataron gran parte de la presa; y aunque Numitor se irritó por ello, no sólo tuvieron en poco su enojo, sino que congregaron y reunieron a muchos esclavos, dando aquí principio a sus conatos osados y sediciosos. Un día que Rómulo se había ausentado con motivo de un sacrificio, porque era religioso y dado a la ciencia augural, los vaqueros de Numitor trabaron contienda con Remo, a quien hallaron con poca gente, y habiendo habido de una y otra parte contusiones y heridas, vencieron al cabo los de Numitor y tomaron vivo a Remo. Presentado ante Numitor, no quiso castigarle, temiendo la áspera condición del hermano, sino que se dirigió a éste y le pidió le hiciese justicia, pues que con ser su hermano se veía ultrajado de sus sirvientes: con lo que, y tomando también parte por él los de Alba, que sentían no se le tratase según su dignidad, alcanzó de Amulio que le hiciese entrega de Remo, para que en cuanto a él procediera como le pareciese. Llamólo ante sí luego que regresó a su casa, y admirado de la gallardía de tal mancebo, porque en estatura y en fuerza se aventajaba a todos, leyéndole en el semblante la osadía y determinación del ánimo, porque su continente era noble e inalterable aun en aquella situación, y oyendo además que sus obras correspondían con lo que se veía, o lo más cierto, ordenándolo así algún dios, y echando el cimiento a grandes sucesos, empezó afortunadamente a entrar en sospecha de la verdad, y le preguntó quién era y cuál su origen, con tan blandas palabras y afable rostro, que no pudieron menos de infundirle esperanza. “Confiado, pues, nada te ocultaré- le respondió-, porque me pareces de ánimo más regio que no Amulio, pues tú oyes y preguntas antes de castigar, y aquel nos ha entregado sin que precediese juicio. Al principio nos tuvimos por hijos de Fáustulo y Larencia, sirvientes del rey, porque somos gemelos: puestos ya en juicio y calumniados ante ti, en este riesgo de la vida se nos han referido acerca de nosotros mismos cosas extraordinarias: si son o no ciertas, el éxito debe decirlo. Nuestro nacimiento se dice que es un arcano, y nuestra crianza de recién nacidos, muy maravillosa, habiendo sido sustentados por las mismas aves y fieras a las que nos habían arrojado, dándonos de mamar una loba, y cebo un quebrantahuesos, expuestos como nos hallábamos en una cuna a orillas del río grande. Todavía existe la cuna con arcos de bronce, en que hay grabados caracteres enigmáticos: indicios que quizá serán inútiles para nuestros padres muriendo nosotros”. Numitor, con esta narración, y conjeturando además el tiempo por el aspecto, concibió una halagüeña esperanza, y pensó en el modo como podría secretamente hablar de estas cosas con su hija, que todavía estaba en estrecho encerramiento.

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