Por lo que los soldados andaban mas alborotados era por la falta de agua, pues la poca y mala que tenían manaba a la orilla del mismo mar. Reparó entonces Emilio que el monte Olimpo, tan elevado, estaba poblado de árboles; y conjeturando por el verdor de ellos que no podía menos de contener raudales que corrieran a la parte baja, les hizo abrir respiraderos y pozos en la misma falda. Llenáronse éstos al punto de agua clara, que corría por su peso e ímpetu del terreno que la estrechaba y como exprimía al sitio vacío. Con todo, no falta quien sostenga que hay fuentes de agua ya formada y escondida en los lugares de donde aquellas manan, y que su salida no es ni descubrimiento ni rotura, sino formación y reunión en aquel punto de materia que se liquida, y que esto sucede porque con la aglomeración y el frío se liquida el vapor húmedo, cuando comprimido a la parte más baja fluye y se hace corriente; pues tampoco los pechos de las mujeres se han de considerar como odres que estén llenos de leche ya formada, sino que, transformando dentro de sí la comida, elaboran y cuelan la leche; de esta misma manera los lugares fríos y abundantes en fuentes no contienen agua oculta, ni son reservatorios que arrojen de sí los grandes raudales de los caudalosos ríos, como de un principio pronto y permanente, sino que comprimiendo el viento y el aire, con el apretarlo y espesarlo lo vuelven en agua; y las excavaciones que se hacen en aquellos terrenos conducen y contribuyen mucho para esta especie de compresión, liquidando y haciendo fluidos los vapores, como los pechos de las mujeres para la lactancia; por el contrario, aquellos terrenos que están muy apretados no son a propósito para la formación del agua, porque no tienen el movimiento que la elabora. Mas los que tales cosas profieren, como que se complacen en acertijos, pues dicen también que los animales no tienen sangre dentro del cuerpo, sino que se forma, al ser heridos, de un cierto aire, o con la mudanza de las carnes, que es la que obra su salida y su licuación. Pero a éstos los refutan los ríos que se dirigen a lo más profundo de los lugares subterráneos y de las minas, no formándose poco a poco, como había de suceder si tomaran su origen de un repentino movimiento de la tierra, sino siendo ya en sí abundantes y caudalosos; así vemos también que, desgajándose una piedra, corre un gran caudal de agua y después se para. Mas baste de estas cosas.