Este fue el magnífico y noble razonamiento que con sencilla y verdadera prudencia se dice haber dirigido Emilio al pueblo en aquella sazón. En cuanto a Perseo, aunque aquel tuvo ánimo de manifestar compasión por la mudanza de su suerte y prestarle auxilios, nada más se sabe sino que fue trasladado de la que los Romanos llaman cárcel a un lugar más decente, en el que, se le trató con más humanidad; pero custodiado siempre en él, según la opinión del mayor número de escritores, se quitó a sí mismo la vida, negándose a tomar alimento. Más con todo, hay algunos que señalan otra causa particular y extraña de su muerte; pues dicen que estando incomodados e irritados con él los soldados encargados de custodiarle, como no pudiesen ofenderle ni molestarle en otra cosa, le despertaban del sueño, estando siempre atentos a que no se durmiese y a desvelarle por todos medios, hasta tanto que con esta especie de mortificación acabó sus días. Murieron también dos de sus hijos, y del tercero llamado Alejandro, se dice que fue primoroso y de grande ingenio en el cincelar y tornear; y que habiendo aprendido las letras y la lengua romana, fue amanuense de los primeros magistrados, por haberse visto que era muy diestro y elegante en este ejercicio.