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Pelópidas, aunque todavía muy joven, fue de uno en uno alentando a los desterrados, y aun en común les manifestó en un discurso que no era justo ni puesto en razón dejar a la patria en esclavitud y con guarnición extranjera, y no pensar ellos en otra cosa que en vivir y conservarse pendientes de los decretos de los Atenienses, y haciendo obsequios a los que eran diestros en el decir y manejaban a la muchedumbre según sus arbitrios; sino que debían arriesgarse a las mayores empresas, proponiéndose, por ejemplo, la virtud y resolución de Trasibulo: para que así como éste, partiendo de Tebas, destruyó en Atenas a los tiranos, de la misma manera ellos, volviendo desde Atenas, restituyesen a Tebas la libertad. Persuadiólos con estas razones, e inmediatamente enviaron a Tebas, con la conveniente reserva, quien manifestara a los amigos que allí habían quedado lo que tenían resuelto. Convinieron éstos en ello, y Carón, sin embargo de ser muy principal, se prestó a ofrecer su casa, y Fílidas vio modo de hacerse secretario de Arquias y Filipo, que eran Polemarcos. Epaminondas ya muy de antemano tenía inflamados a los jóvenes, porque en los gimnasios los hacía que asiesen de los Lacedemonios y luchasen con ellos; y luego, viéndolos muy ufanos de que los vencían y quedaban encima, les hacía cargo de que era una vergüenza que por cobardía estuvieran sujetos a aquellos a quienes tanto aventajaban en esfuerzo.

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