Al llegar, pues, los Tebanos a Tegiras, volviendo de la Orcomenia, al mismo tiempo sobrevinieron los Lacedemonios por la parte opuesta, por haber partido de la Lócride. Apenas les dieron vista los que empezaban a pasar las gargantas, cuando corriendo uno hacia Pelópidas le dijo: “Hemos dado en los enemigos”; y replicando él: “¿Pues por qué no éstos en nosotros?”, mandó a la caballería que pasara de la retaguardia como para adelantarse a embestir, y formó muy apiñados a los infantes, que eran pocos, con la esperanza de cortar mejor por donde acometiesen a los enemigos, que le excedían en número. Eran los Lacedemonios dos de sus moras o batallones; Éforo dice que cada mora era de quinientos hombres, Calístenes de setecientos, y otros, de novecientos, entre ellos Polibio. Los comandantes de los Esparcíatas, Gorgoleón y Teopompo, marcharon audazmente contra los Tebanos; y trabada principalmente la refriega entre los caudillos, con gran cólera y violencia de una y otra parte, muy luego murieron los comandantes de los Lacedemonios, batiéndose con Pelópidas; y heridos y muertos después los que estaban junto a ellos, cayó gran miedo sobre la tropa; y Pelópidas la partió en dos trozos, como si quisiese que los Tebanos fuesen adelante y pasasen por allí; mas cuando estuvieron en medio, los incitó contra los enemigos, que se estaban parados, y los acosó con gran mortandad, de manera que luego dieron todos a huir en desorden. No se les persiguió, con todo, por largo tiempo, a causa de que los Tebanos temían a los Orcomenios, que estaban cerca, y también al relevo de los Lacedemonios. Mas lo cierto fue que vencieron de poder a poder, y que por fuerza se abrieron paso por en medio de toda la tropa vencida. Erigieron, pues, un trofeo, y despojando a los muertos se retiraron a casa muy ufanos; pues, a lo que parece, en tantas guerras sostenidas entre Griegos y con los bárbaros, nunca antes los Lacedemonios, siendo más en número, fueron vencidos por los que eran menos, ni aun cuando en batalla se habían batido con iguales fuerzas. Así, hasta entonces fue intolerable su altanería, y con su gloria acobardaban a sus contrarios, de modo que ellos mismos no se creían capaces de competir con los Espartanos con iguales fuerzas, y rehusaban venir con ellos a las manos. Pero esta batalla fue la primera que enseñó a los demás Griegos que no era el Eurotas, ni el sitio entre Babica y Cnación, el que producía hombres valientes y guerreros; sino que si los jóvenes se avergüenzan de lo indecoroso, tienen resolución para lo bueno, y huyen más de la reprensión que de los riesgos, éstos dondequiera se hacen temibles a sus enemigos.