16

El combate de Tegiras fue ya como un ensayo de la batalla de Leuctra, y contribuyó mucho para la gloria de Pelópidas, no dejando en cuanto a la victoria duda entre él y los demás jefes, ni pretexto alguno a los enemigos en cuanto al vencimiento. Hacía tiempo que estaba en observación de la ciudad de los Orcomenios, que había abrazado el partido de los Espartanos y admitido dos batallones de éstos por seguridad; y no aguardaba más que la ocasión. Habiendo, pues, oído que aquella guarnición hacía una expedición a la Lócride, con la esperanza de tomar a Orcómeno desmantelada, marchó allá, llevando consigo la cohorte sagrada y algunos caballos. Cuando ya estaba para llegar a la ciudad, se halló con que había llegado de Esparta el relevo de la guarnición, y hubo de retroceder con su tropa nuevamente por Tegiras, que era por donde únicamente había camino, rodeando la falda del monte, pues todo el demás terreno que mediaba lo hacía intransitable el río Melas, que inmediatamente, y en su mismo origen, se reparte en balsas y lagos navegables. Poco más abajo de estos lagos hay un templo de Apolo Tegireo, y un oráculo de poco acá abandonado, pero que estuvo en gran crédito hasta la guerra de los Medos, siendo Equécrates el que daba las respuestas. La fábula dice que allí fue donde el dios nació, y lo que es el monte que está allí cerca se llama Delo, y junto a él terminan las divisiones del río Melas. A la espalda del templo nacen dos fuentes de aguas admirables por su abundancia, su dulzura y su frialdad, de las cuales a la una la llaman Palma y a la otra Olivo hasta el día de hoy, deduciéndose que la Diosa tuvo su parto, no entre dos árboles, sino entre dos arroyos. También está cerca el Ptoo, donde dicen que se asustó por haberse aparecido de repente el macho de cabrío; y lo que hace a la serpiente Pitón y a Ticio, también los lugares concurren a atestiguar el nacimiento del dios, sino que dejamos ya aparte todos los demás indicios, por cuanto las relaciones del país no colocan a este dios entre los héroes que de mortales por mudanza hubiesen pasado a ser inmortales, como Heracles y Baco, que con esta especie de cambio perdieron por su virtud lo mortal y pasivo, sino que es uno de los sempiternos y no nacidos; si es que hemos de formar algún juicio sobre estas cosas por lo que han referido los más sensatos y más antiguos.

Share on Twitter Share on Facebook