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Irritáronse los Tebanos con estas nuevas, y al punto decretaron la formación de un ejército; pero, por cierto enfado con Epaminondas, nombraron otros generales. El tirano, en tanto, hizo conducir a Feras a Pelópidas, permitiendo al principio que le hablaran los que quisieran, creyendo que los trabajos le harían apacible y humillarían su ánimo; pero como Pelópidas exhortase a los Tésalos que lamentaban su suerte a que no desconfiasen, pues entonces era más cierto que el tirano tendría su merecido, y a éste mismo lo enviase a decir era cosa muy extraña que continuamente estuviese dando tormentos y la muerte a miserables ciudadanos que en nada le ofendían, y que a él le dejase, cuando debía conocer que había de ser el primero a castigarle, si tenía medio de huir, maravillado de semejante entereza e impavidez: “¿Por qué- exclamó- se empeña Pelópidas en apresurar su muerte?” Y habiéndolo éste entendido, respondió: “Para que tú perezcas más pronto y más en la ira de los Dioses”. Con este motivo prohibió que nadie de los de fuera de casa pudiera hablarle. Teba, hija de Jasón y mujer de Alejandro, sabedora por los que custodiaban a Pelópidas de su firmeza y de la elevación de sus sentimientos, deseó conocerle y trabar con él conversación. Fue, pues, a verle, y, como mujer, no advirtió al primer aspecto la entereza que conservaba en medio de su triste estado; antes, considerando por el desaseo de su cabello y barba, por su gastada ropa y por el modo con que se le trataba, que se le hacía pasar por lo que no correspondía a la autoridad de su persona, se echó a llorar. A Pelópidas, que no sabía quien fuese aquella mujer, le causó admiración; mas luego que lo supo, la saludó por su nombre de familia, por ser amigo íntimo de Jasón; y como aquella le dijese: “¡Cuánto compadezco a tu mujer!” “Yo también a ti- le respondió-, porque estando sin prisiones aguantas a Alejandro”. Por este término se insinuó en el ánimo de Teba, que no podía efectivamente sufrir la crueldad y las maldades del tirano, el cual había llegado en ellas hasta el extremo de haber hecho sufrir la última afrenta al más mocito de los hermanos de la misma Teba. Así es que frecuentemente visitaba a Pelópidas, y franqueándose con él sobre lo que padecía, su ánimo se llenó de ira, de encono y de despecho contra Alejandro.

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