Como de allí a poco volviesen los Tésalos a quejarse de que Alejandro de Feras vejaba a las ciudades, fue Pelópidas enviado por mensajero juntamente con Ismenias, y se presentó sin llevar tropas de Tebas, y sin ir apercibido para la guerra, siéndole preciso valerse de los mismos Tésalos para lo que pudiera ofrecerse. Turbáronse también otra vez a este mismo tiempo las cosas de Macedonia, porque Tolomeo dio muerte al rey, apoderándose de la autoridad, y los amigos de éste llamaron a Pelópidas, el cual quería intervenir en aquellos negocios; mas no teniendo tropas propias, tomó allí mismo algunos estipendiarios, y con éstos marchó sin detenerse contra Tolomeo. Luego que estuvieron cerca uno de otro, Tolomeo corrompió con algunas sumas a estos estipendiarios, logrando que se le pasasen; pero, al mismo tiempo, temiendo la gloria y el nombre de Pelópidas, le salió al encuentro como superior, le dio la diestra y le hizo ruegos, conviniendo en que conservaría la autoridad real a los hermanos del muerto y en que con los Tebanos tendría a unos mismos por amigos y por enemigos, entregando en rehenes para el cumplimiento a su hijo Filóxeno y cincuenta de sus amigos. Envió a éstos Pelópidas a Tebas, y conservando el resentimiento por la traición de los estipendiarios, como supiese que la mayor parte de sus riquezas, sus hijos y sus mujeres los tenían en Farsalo, de manera que con apoderarse de éstos tomaría bastante satisfacción de su ultraje, reunió algunos Tésalos y marchó con ellos a Farsalo; mas, a poco de haber llegado, se presentó Alejandro el tirano con sus tropas. Pensó Pelópidas que venía a darle excusas, y no tuvo inconveniente en dirigirse a él, pues, aunque era cruel y asesino, por respeto a Tebas y a su misma autoridad y gloria, no temía que nada malo pudiera sucederle. Mas éste, viendo que iba sólo y sin armas, al punto le echó mano y se apoderó de Farsalo. Infundió esto sumo terror y susto a los que le obedecían, como que después de semejante injusticia y arrojo ya a nadie perdonaría, sino que, según las ocurrencias, se portaría en los negocios y con los hombres como quien por desesperación había echado enteramente el pecho al agua.