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Cuando Datis, enviado por Darío en apariencia a tomar venganza de los Atenienses por haber incendiado a Sardis, pero en realidad a subyugar a los Griegos, se apoderó de Maratón y arrasó la comarca, entre los generales nombrados por los Atenienses para aquella guerra tenía el mayor crédito Milcíades, pero en gloria e influjo era Aristides el segundo; y habiéndose adherido entonces, en cuanto a la batalla, al dictamen de Milcíades, no fue quien menos lo hizo prevalecer. Alternaban los generales en el mando por días, y cuando le llegó su turno lo pasó a Milcíades, enseñando así a sus colegas que el obedecer y sujetarse a los más entendidos, no sólo es un desdoro, sino más bien laudable y provechoso. Calmando por este término la emulación, y haciendo entender a todos cuánto convenía gobernarse por la inteligencia y disposiciones de uno solo, dio mayor aliento a Milcíades, asegurándolo en sus proyectos con no tener que alternar en la autoridad: porque no haciendo ya cuenta con mandar cada uno en su día, le quedó a aquel indivisa. En la batalla, habiendo sido el centro de los Atenienses el más combatido, por haber cargado los bárbaros con el mayor encarnizamiento contra las tribus Leóntide y Antióquide, pelearon valerosamente Temístocles y Aristides, que formaban muy cerca el uno del otro, por ser de la Leóntide aquel y de la Antióquide éste. Como después de haber puesto en retirada a los bárbaros y haberse embarcado éstos observasen los Atenienses que no hacían rumbo hacia las islas, sino que el viento y el mar los impelían hacia afuera, con dirección al Ática, temiendo no se hallase la ciudad falta de defensores, se encaminaron solícitos hacia ella con las nueve tribus, y concluyeron su marcha en el mismo día. Quedó en Maratón Aristides con su tribu para custodia de los cautivos y de los despojos, y no frustró la opinión que de él se tenía, sino que habiendo copia de oro y plata, de ropas de todos géneros y de toda suerte de efectos en número increíble en las tiendas y en los buques apresados, ni él mismo tocó a nada, ni permitió que tocase ninguno otro, a no ser que algunos ocultamente tomasen alguna cosa; de cuyo número fue Calias el daduco portaantorcha; porque, a lo que parece, a éste fue a presentársele uno de los bárbaros, creyendo, por la cabellera y por el turbante, que era un rey, y saludándole y tomándole la diestra le manifestó que había mucho oro enterrado en cierto hoyo; y Calias, hombre el más cruel y el más injusto, fue, cogió el oro, y al bárbaro, para que no lo revelara a otros, le quitó la vida. De aquí dicen que viene el que los cómicos llamen a los de su parentela ricos de hoyo, con alusión al lugar en que Calias encontró aquel oro. Dióse inmediatamente después a Aristides la dignidad de Epónimo, aunque Demetrio Falereo es de opinión que la obtuvo poco antes de su muerte, después de la batalla de Platea. Con todo, en los fastos después de Jantípides, en cuyo año fue vencido Mardonio en Platea, en muchos años no se encuentra ninguno denominado Aristides, y después de Fanipo, en cuyo tiempo se alcanzó la victoria de Maratón, en seguida está escrito el nombre del Arconte Aristides.

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