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Disputaban los Tegeatas con los Atenienses sobre el lugar que tendrían en el ejército, pretendiendo que, pues los Lacedemonios tenían el ala derecha, se les diera el ala izquierda, y haciendo para esto grandes elogios de sus antepasados. Ofendíanse mucho de semejante contienda los Atenienses; pero salióles al encuentro Aristides, y dijo: “No es propio de esta ocasión el que alterquemos con los Tegeatas sobre linaje y sobre proezas; mas a vosotros ¡oh Lacedemonios!, y a todos los demás Griegos, os hacemos presente que el lugar no quita ni da valor: cualquiera que sea el que nos diereis procuraremos, conservándole y honrándole, no hacernos indignos de la gloria adquirida en las guerras anteriores: porque no hemos venido a indisponernos con los aliados, sino a pelear con los enemigos; ni a ensalzar a nuestros padres, sino a acreditarnos con la Grecia de hombres esforzados: así este combate hará ver en cuánto debe de ser tenido de los Griegos cada uno, ciudad, general o soldado”. Oído esto por los del consejo y por los generales, aprobaron el discurso de los Atenienses, y les dieron a mandar la otra ala del ejército.

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