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Después de esto, dícese que Catón arrojó de intento en el Senado higos de África, desplegando la toga, y como se maravillasen de la hermosura y tamaño de ellos, dijo que la tierra que los producía no distaba de Roma más que tres días de navegación. Refiérese todavía otra cosa más fuerte, y es que siempre que daba dictamen en el Senado sobre cualquier negocio que fuese, concluía diciendo: “Este es mi parecer, y que no debe existir Cartago.” Por el contrario, Publio Escipión, llamado Nasica, continuamente decía y votaba que debía existir Cartago; y es que, a mi entender, viendo a la plebe que por el engreimiento vivía descuidada, y por la prosperidad y altanería era menos obediente al Senado, y a la ciudad toda se la llevaba tras sí adondequiera que se inclinase, le parecía que el miedo a Cartago era como un freno que moderaba el arrojo de la muchedumbre: estando en la inteligencia de que el poder de los Cartagineses no era tan grande que hubiera de subyugar a los Romanos, ni tan pequeño que hubieran de ser mirados con desprecio. Mas a Catón esto mismo le parecía peligroso, a saber: el que el pueblo indócil, y precipitado por un gran poder, estuviera como amenazado de una ciudad siempre grande, y ahora atenta e irritada por lo que había sufrido, y el que no se quitara enteramente el miedo de una dominación extranjera para respirar y poder pensar en el remedio de los males interiores. De este modo se dice que Catón fue el autor de la tercera y última guerra contra los Cartagineses. Mas al principio de las hostilidades falleció, profetizando acerca del varón que había de dar fin a aquella guerra, el cual era entonces joven, tribuno, y bajo el mando de otro, pero daba ya insignes muestras de prudencia y valor en los combates; cuando estas nuevas se trajeron a Roma, oyéndolas Catón, se refiere que dijo: De prudencia éste solo está asistido, sombras son los demás que lleva el viento: profecía que en, breve confirmó Escipión con sus obras. La descendencia que dejó Catón fue un hijo del segundo matrimonio, al que hemos dicho habérsele dado el nombre de Salonio, por razón de la madre, y un nieto del otro hijo difunto. Salonio murió siendo pretor; Marco, que nació de él, llegó a ser cónsul, y del mismo fue nieto Catón el Filósofo, varón en virtud y en gloria el más ilustre de su tiempo.

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