Además, Aristides en Maratón y en Platea no era sino el décimo general, y Catón fue elegido segundo cónsul, siendo muchos los competidores; y segundo censor, logrando ser preferido a siete rivales los más poderosos e ilustres. Aristides no fue nunca el primero en aquellas victorias, sino que en Maratón llevó la primacía Milcíades, y en Platea dice Heródoto que fue Pausanias quien más se distinguió y sobresalió. Aun el segundo lugar se lo disputaron a Aristides los Sófanes, los Aminias, los Calímacos y los Cinegiros, que se señalaron por su valor en aquellos combates. Mas Catón, no sólo siendo cónsul tuvo la primacía por la mano y por el consejo en la guerra de España, sino que no siendo más que tribuno en Termópilas, bajo el mando de otro cónsul, tuvo el prez de la victoria, abriendo a los Romanos ancha entrada contra Antíoco, y poniéndole a éste la guerra a la espalda, cuando no miraba sino adelante; porque aquella victoria, que fue la más brillante hazaña de Catón, lanzó al Asia de la Grecia y se la dio allanada después a Escipión. En la guerra, pues, ambos fueron invictos, pero en el gobierno Aristides fue suplantado, siendo enviado a destierro y vencido por el partido de Temístocles, mientras Catón, teniendo por rivales puede decirse que a todos cuantos gozaban en Roma del mayor poder y autoridad, luchando como atleta hasta la vejez, se sostuvo siempre firme e inmoble; y habiéndosele puesto e intentado él mismo diferentes causas públicas, en muchas de éstas venció, y de todas aquellas salió libre, siendo su escudo su tenor de vida, y su arma para obrar la elocuencia, a la que debe atribuirse, más que a la fortuna o al buen genio de este esclarecido varón, el no haber tenido que sufrir con injusticia; pues también dijo Antípatro, escribiendo de Aristóteles después de su muerte, haberle sido aquella de gran auxilio, porque entre otras brillantes dotes tuvo la de la persuasión.