3

Es cosa en que todos convienen que no hay para el hombre virtud más perfecta que la social o política, pues de ésta es entre muchos reconocida como parte muy principal la económica; porque la ciudad, que no es más que la reunión y la cabeza de muchas casas, se fortalece para las cosas públicas con que prosperen los ciudadanos. Por tanto, Licurgo, echando fuera de casa en Esparta la plata y el oro, y dándoles una moneda de hierro echado a perder al fuego, no quiso apartar a sus conciudadanos de la economía, sino que con quitarles los regalos, lo superfluo y lo abotagado y enfermizo, pensó con más prudencia que otro legislador alguno en que todos abundasen en las cosas necesarias y útiles, temiendo más para la comunión de gobierno al misera- ble, al vagabundo y al pobre, que al rico y opulento. Parece, pues, que Catón no fue peor gobernador de su casa que de la ciudad, porque aumentó sus bienes y se constituyó para los demás maestro de economía y de agricultura, habiendo recogido muchas y muy importantes cosas sobre estos objetos. Mas Aristides, con su pobreza, desacreditó en cierta manera a la justicia, poniéndole la tacha de perdedora de las casas y productora de mendigos, provechosa a todos menos al que la posee, siendo así que Hesíodo usó de muchas razones para exhortarnos a la justicia y a la economía juntamente, y Homero cantó con acierto: No encontraba placer en el trabajo, ni de casa y hacienda en el cuidado, que a los amados hijos tanto importa; sino que mi deleite eran las naves de remos guarnecidas, los combates, y los lucientes arcos y saetas: como para dar a entender que de unos mismos era el descuidar la hacienda y el vivir anchamente de la injusticia. Pues no así como dicen los médicos que el aceite es muy saludable a los cuerpos por fuera y muy dañosa por dentro, de la misma manera el justo es útil a los otros e inútil a sí y a los suyos. Paréceme, por tanto, que la virtud política de Aristides fue defectuosa y manca en esta parte, pues que en la opinión más común descuidó de dejar con qué dotar las hijas y con qué hacer los gastos de su entierro. De aquí es que la familia de Catón dio a Roma hasta la generación cuarta pretores y cónsules, habiendo servido las primeras magis- traturas sus nietos y los hijos de éstos; cuando la gran pobreza y miseria de la descendencia de Aristides, que tuvo tan preferente lugar entre los griegos, a unos los obligó a escribirse entre los embelecadores y a otros a alargar la mano para recibir del público una limosna, sin que a ninguno le fuese dado pensar en algún hecho ilustre o en cosa que fuese digna de aquel varón esclarecido.

Share on Twitter Share on Facebook