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Era de presencia no feo, como han juzgado algunos, porque todavía vemos un retrato suyo que se conserva en Delfos. Y el desconocimiento de la huéspeda de Mégara dicen haber dimanado de su naturalidad y sencillez: porque sabiendo que había de llegar a su casa el general de los Aqueos, se azoró para disponer la comida, no hallándose accidentalmente en casa el marido. Entró en esto Filopemen con un manto nada sobresaliente, y creyendo que fuese algún correo o algún criado, le pidió que echara también mano a los preparativos; quitóse inmediatamente el manto y se puso a partir leña; llegó en esto el huésped, y diciendo: “¿Qué es esto, Filopemen?”, le respondió en lenguaje dórico: “¿Qué ha de ser? Pagar yo la pena de mi mala figura”. Burlándosele Tito por la extraña construcción de su cuerpo, le dijo: “¡Oh Filopemen! Tienes buenas manos y buenas piernas, pero no tienes vientre”; porque era delgado de cuerpo. Pero, en realidad, aquel dicterio más que a su cuerpo se dirigió a la especie de su poder: pues teniendo infantería y caballería, en la hacienda solía estar escaso. Y éstas son las particularidades que de Filopemen se refieren en las escuelas.

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