Corrían estas pláticas por la Grecia, y juntamente otras que guardaban consonancia con los pregones: porque al mismo tiempo envió Tito a Léntulo al Asia para restituir la libertad a los Bargilienses, y a Estertinio a la Tracia, con el fin de retirar de las ciudades e islas de aquella parte las guarniciones puestas por Filipo. Publio Vilio marchaba por mar a tratar con Antíoco de la libertad de los Griegos que pertenecían a su reino, y el mismo Tito, pasando a la Cálcide, y después embarcándose para Magnesia, quitó las guarniciones y restituyó a cada pueblo su gobierno. Nombrado en Argos presidente de los Juegos Nemeos, tomó acertadas disposiciones para la reunión, y allí otra vez confirmó a los Griegos la libertad con nuevo pregón. Visitando en seguida las ciu- dades, les dio buenas ordenanzas y recta justicia, y la concordia y paz de unos con otros, sosegando las sediciones, restituyendo los desterrados y teniendo en unir y reconciliar a los Griegos no menor placer que en haber vencido a los Macedonios: de manera que ya la libertad les parecía el menor de sus beneficios. Refiérese que el filósofo Jenócrates, cuando Licurgo el orador le libertó de la prisión adonde le llevaban los publicanos, e introdujo además contra éstos la acción de injurias, encontrándose con los hijos de Licurgo, les dijo: “¡A fe mía que he pagado bien a vuestro padre!, porque todos celebran lo que conmigo ha ejecutado.” Pues a Tito y a los Romanos la gratitud por los grandes bienes dispensados a la Grecia, no sólo les proporcionó elogios, sino confianza y poder entre todos los hombres: porque no contentándose con admitir sus generales, los enviaban a buscar y los llamaban para entregárseles. Así él mismo estaba sumamente satisfecho con haber procurado la libertad de la Grecia, y habiendo consagrado en Delfos unos paveses de plata y su propio escudo, puso esta inscripción: ¡Salve! Dioscuros, prole del gran Zeus, al Placer dados de ágiles caballos: ¡Salve! hijos de Tíndaro, que reyes fuisteis de Esparta, esta sublime ofrenda el Enéada Tito en vuestras aras ledo consagra, por haber labrado la libertad de la oprimida Grecia. Dedicó también a Apolo una corona de oro con estos versos: Descanse esta corona, ínclito Febo, sobre tu rubia y crespa cabellera. De la raza de Eneas el caudillo te la ofrece, Flechero, y da tú en premio gloria y honores al divino Tito. Ocurrió dos veces este mismo suceso en la ciudad de Corinto; Porque hallándose en ella Tito, y después igualmente Nerón en nuestra edad, a la sazón de celebrarse los Juegos Ístmicos, declararon a los Griegos libres e independientes: aquel, por medio de pregonero, como dejamos dicho, y Nerón, por sí mismo, hablando en la plaza al concurso desde la tribuna, lo que, como se ve, fue mucho más adelante.