Tito, teniendo autoridad, o siendo mandado de embajador, todo lo hizo bien y prósperamente, y Filopemen, siendo particular, no fue menos útil o menos activo para los Aqueos que cuando fue su general; porque siéndolo, arrojó a Nabis de la Mesena, y restituyó a los Mesenios la libertad, y de particular cerró al general Diófanes y a Tito las puertas de Esparta cuando iban contra ella, y salvó a los Lacedemonios. Era tan nacido para ser caudillo, que no sólo imperaba según leyes, sino que sabía mandar a las leyes mismas para hacer lo que convenía: así no necesitaba recibir el mando de los que podían conferirlo, sino que se valía de ellos cuando la ocasión lo exigía, creyendo que más bien era su caudillo el que pensaba en sus ventajas y provecho, que no el que era por ellos elegido. Y si deben ser tenidas por ilustres y generosas la equidad y humanidad de Tito para con los Griegos, más generosas fueron todavía el valor y amor de la independencia manifestados por Filopemen contra los Romanos; porque más fácil es hacer favor a los que lo piden que resistir con tesón a los poderosos. Examinadas, pues, todas las cosas, ya que no sea muy clara la preferencia, si dijéremos que al Griego debe adjudicarse la corona de la pericia militar, y al Romano la de la justicia y la probidad, parecerá que hemos acertado con lo que los distingue.