Después del tribunado se presentó a pedir la Edilidad mayor, porque hay dos órdenes de ediles: el uno, que toma el nombre de las sillas, con pies corvos, en que estos magistrados se sientan para despachar, y el otro, inferior, que se llama plebeyo. Nómbranse primero los de mayor dignidad, y después se pasa a votar los otros. Todo daba a entender que Mario quedaría para este segundo; pero él, presentándose sin dilación en medio, pidió el otro; mas acreditándose por lo mismo de osado y orgulloso, fue desatendido, y con haber sufrido dos desaires en un mismo día, cosa nunca sucedida a otro alguno, no por eso bajó nada de su arrogancia; antes, de allí a poco volvió a pedir la Pretura, y casi nada faltó para que llevara también repulsa; mas fue, por fin, elegido el último, y se le formó causa de cohecho. Dio el principal motivo para sospechar un esclavo de Casio Sabacón, por habérsele visto dentro de los canceles mezclado con los que iban a votar y ser Sabacón uno de los mayores amigos de Mario. Preguntado aquel por los jueces sobre este particular, respondió que, teniendo mucha sed, a cansa del calor, pidió agua fría, y como aquel su esclavo tuviese un vaso de ella, había entrado a alargárselo, marchándose inmediatamente después que bebía. Ello es que Sabacón fue, por los censores que entraron en ejercicio después de este suceso, removido del Senado, pareciendo a todos que no dejaba de merecerlo, bien fuese por el falso testimonio, o bien por su mala conducta. Fue citado también como testigo contra Mario Gayo Herenio, y contestó no ser conforme a las costumbres patrias que atestiguase contra un cliente, sino que antes las leyes eximían de esta obligación a los patronos- que es el nombre que dan los Romanos a los defensores y abogados-, y que de la casa de los Herenios habían sido clientes de anti- guo los progenitores de Mario, y aun Mario mismo. Admitían los jueces la excusa, pero el mismo Mario hizo oposición a Herenio, diciendo que luego que entró en las magistraturas se libertó de la calidad de cliente, lo que no era enteramente cierto, pues no toda magistratura exime a los clientes y a su posteridad de la obligación de alimentar al patrono, sino solamente aquella a la que la ley concede silla curul. En los primeros días del juicio, la suerte no se presentaba favorable a Mario, ni estaban de su parte los jueces; pero en el último salió, no sin maravilla, absuelto, por haberse empatado los votos.