Nada hizo en la Pretura digno de particular alabanza; pero habiéndole cabido en suerte después de ella la España ulterior, se dice que limpió de salteadores la provincia, áspera todavía y feroz en sus costumbres, por no haber dejado los Españoles de tener el robar por una hazaña. Constituido en el gobierno, no le asistían ni la riqueza ni la elocuencia, que eran los medios con que los principales manejaban en aquella época al pueblo; sin embargo, dando los ciudadanos cierto valor a la entereza de su carácter, a su tolerancia del trabajo y a su porte, en todo popular, logró ir adelantando en honores y poder, tanto, que hizo un matrimonio ventajoso con Julia, de la familia ilustre de los Césares, de la cual era sobrino César, el que más adelante vino a ser el mayor de los Romanos, proponiéndose en alguna manera por modelo a éste su deudo, como en su vida lo hemos escrito. Conceden todos ti Mario la templanza y la paciencia, habiendo dado de ésta un grande ejemplo con el motivo de cierta operación de cirugía. Tenía entrambas piernas muy varicosas, causándole esta especie de hinchazón una deformidad que le disgustaba, por lo que resolvió ponerse en manos del cirujano. Presentóle, pues, la una pierna, y sin que se la ligasen sufrió los violentos dolores de las incisiones sin moverse y sin lanzar un suspiro, en silencio y con inalterable rostro; pero pasando a la otra el cirujano, ya no quiso alargarla, diciendo: “No veo que la curación de este defecto sea digna de un dolor semejante”.