28

Pasó, pues, el quinto Consulado, y aspiró al sexto como nadie antes de él; en todo cedía a la muchedumbre, queriendo parecer blando y popular, no sólo fuera de la gravedad y del decoro propio de aquella magistratura, sino muy fuera también de su carácter, poco acomodado para ello. Era, pues, según se dice, muy irresoluto, por su misma ambición en las cosas de gobierno, cuando se manifestaban agitaciones populares, y aquella imperturbabilidad y firmeza en las batallas le abandonaban en las juntas públicas, saliendo fuera de sí con cualquiera alabanza o reprensión. Con todo, se refiere que habiendo peleado en la guerra con el mayor valor unos mil Camerinos, les concedió el derecho de ciudadanos, y como esto pareciese contra la ley, y aun algunos se lo objetasen, respondió que con el ruido de las armas no había podido oír la ley. Mas lo que parece le acobardaba e intimidaba sobre todo era la gritería en las juntas. Ello es que en las armas llegó a gran poder y dignidad porque le habían menester; pero en las cosas de gobierno, no teniendo cualidades para sobresalir, se acogió a la gracia y al favor de la muchedumbre, haciendo poca cuenta de ser bueno, como fuese grande. Estaba, por tanto, mal con todos los principales; pero temía más especialmente a Metelo, con quien había sido ingrato, porque, naturalmente, era hombre que tenía declarada guerra a los que contra lo recto y bueno condescendían con la muchedumbre y gobernaban a su placer: así, espiaba el modo de echarle de la ciudad. Para esto procuró hacer suyos a Glaucias y Saturnino, hombres audacísimos, que tenían a su disposición toda la gente pobre y revoltosa, y de ellos se valía para publicar leyes. Acrecentó también el influjo de la gente de guerra, haciendo que intervinieran en las juntas públicas y formando con ella partido contra Metelo, y aun, según refiere Rutilio, hombre, en lo demás, de probidad y de verdad, pero particularmente desafecto a Mario, para alcanzar este sexto Consulado derramó mucho dinero en las curias, comprándolas a precio de él, a fin de que fuera excluido Metelo y de que se le diera a Valerio Flaco, más bien por dependiente que por colega en el Consulado. Y antes de él a ninguno otro, fuera de Valerio Corvino, decretó el pueblo otros tantos Consulados; pero respecto de aquel, desde el primero hasta el último se pasaron cuarenta y cinco años; y a Mario, después del primero, por los otros cinco le llevó corriendo su extraordinaria fortuna.

Share on Twitter Share on Facebook