Esta guerra, varia en los efectos y más varia que ninguna otra en los sucesos, cuanto acrecentó en gloria y en poder a Sila, otro tanto menguó a Mario; porque fue tenido por tardo en el acometer, y nimiamente cuidadoso en todo; de manera que, bien fuese porque la vejez hubiese apagado en él la antigua actividad y ardor, pues pasaba ya entonces de sesenta y cinco años, o bien porque, como él decía, padeciendo de los nervios y faltándole la agilidad del cuerpo, por pundonor se había empeñado en aquella guerra a más de lo que podía. Con todo, salió vencedor en una gran batalla con muerte de seis mil enemigos, y nunca dio lugar a éstos para que sacaran la menor ventaja; y, sin embargo, de que le cercaron en sus trincheras y le insultaron y provocaron, no pudieron irritarle; refiérese también que habiéndole dicho Publio Silón, que era entre ellos el de mayor autoridad y poder, “si eres gran general ¡oh Mario! baja y pelea”, le respondió: “Pues tú, si eres gran general, ven y precísame a pelear aunque no quiera.” En otra ocasión, habiendo dado los enemigos oportunidad para venir a las manos, como los Romanos hubiesen mostrado temor, luego que unos y otros se retiraron, convocó a junta a los soldados, y “no sé- les dijo- si tendré por más cobardes a los enemigos o a vosotros; porque ni aquellos han podido ver vuestra espalda ni nosotros su colodrillo.” Por fin, dejó el mando del ejército, imposibilitado a continuar por su debilidad.