Estando ya entonces muy al cabo esta guerra de Italia, había muchos que, excitados por los demás, solicitaban la guerra de Mitridates, y para ella, fu era de toda esperanza, presentó a Mario el tribuno de la plebe, Sulpicio, hombre sumamente atrevido, nombrándole general contra Mitridates, con la calidad de procónsul. Mas el pueblo se dividió, tomando unos el partido de Mario, y otros proponiendo a Sila, y diciendo que Mario se fuera a Bayas a tomar baños termales y curarse de sus dolencias, teniendo el cuerpo debilitado, como él decía, con la vejez y con el reuma. Porque tenía Mario allí, cerca de los de Mesina, una magnífica casa con más comodidades y regalos mujeriles de lo que correspondía a un varón que tales guerras y expediciones había acabado. Dícese que esta casa la compró Cornelia en sesenta y cinco mil denarios, y que de allí a muy poco tiempo la volvió a comprar Lucio Luculo en quinientos mil y doscientos: ¡tanta fue la celebridad con que se precipitó el lujo y tanto el aumento que tuvieron el regalo y la molicie! Mario, queriendo con tanta ansia como impropiedad disimular la vejez y los achaques, bajaba todos los días al campo, y ejercitándose con los jóvenes hacía ostentación de un cuerpo ágil para las armas y expedito para montar, aunque, en realidad, con los años, su cuerpo por la mole se había hecho poco manejable, hallándose sobrecargado de gordura y carne. Algunos había a quienes satisfacía con esto, y bajando asimismo al campo veían con gusto sus ejercicios y ocupaciones; pero los que mejor lo examinaban miraban con desdeñosa compasión su avaricia y su soberbia; pues habiendo llegado a ser de pobre muy rico, y de pequeño muy grande, no discernía el término de la felicidad, y ni estaba contento con ser admirado, ni gozaba tranquilo de su dicha presente, sino que, como si todo le faltase, sacando de los triunfos y de la gloria una vejez tan adelantada, iba a arrastrarla a Capadocia y al Ponto Euxino, para combatir con Arquelao y Neoptólemo, sátrapas de Mitridates. Las excusas que sobre esto daba Mario eran del todo ridículas, porque decía ser su ánimo que su hijo a su presencia se ejercitase en la milicia.