Los yerros de los raptos de las mujeres en Teseo carecieron de todo decente pretexto: lo primero por muchos, porque robó a Ariadna, a Antíope, a Anaxo la de Trecene, y a la postre a Helena, en edad ya decadente, a una edad todavía no florida, sino niña tierna, cuando él estaba ya fuera de sazón aun para casamientos legítimos; y lo segundo por la causa, pues no se ha de pensar que las doncellas trecenias, lacedemonias o amazonas no desposadas habían de ser en Atenas mejores madres de familia que las erecteidas y cecrópidas; así, es de sospechar que en esto no hubo más que injuria y liviandad. Rómulo, en primer lugar, haciendo robar ochocientas o pocas menos, no las tomó todas para sí, sino solamente a Hersilia, según se dice, y las demás las distribuyó a los principales ciudadanos; además de esto, tratando después con estimación y amor e igualdad a las mujeres, hizo ver que aquella primera violencia e injuria se había convertido en una acción honesta y en un medio muy político de unión: ¡tan íntimamente enlazó y estrechó a las dos naciones entre sí, y tan bello origen dio de benevolencia y poder a la república! Pues de la reverencia, amor y consistencia que imprimió a los matrimonios, el tiempo mismo es testigo; porque en cerca de doscientos treinta años no hubo hombre que se resolviese a apartarse de la compañía de su mujer, ni mujer de la de su marido; y así como los más eruditos de los Griegos llevan la cuenta de quién fue el primer parricida y el primer matricida, de la misma manera no hay Romano que no sepa que fue Carbilio Espurio el primero que repudió a su mujer por causa de esterilidad. Y con este largo tiempo concuerdan también las obras: porque los reyes mismos hicieron unión y comunidad de mando por aquellos primeros casamientos. Mas de las bodas de Teseo ninguna ventaja amistosa y social resultó a los Atenienses, sino enemistades, guerras y muertes de los ciudadanos; y últimamente haber perdido a Afidnas, y si no hubiese sido por compasión de los enemigos, a los que reverenciaron como Dioses dándoles este nombre, haber estado en muy poco el que hubiesen experimentado lo mismo que por Alejandro sucedió a Troya. La madre de Teseo, no sólo estuvo en riesgo de perder la vida, sino que pasó por el caso de Hécuba, abandonándola, y no haciendo cuenta de ella el hijo, a no ser que sea consejo cuanto se dice de su esclavitud: ¡ojalá que sea falso, y también muchas de las demás cosas! Finalmente, aun en las fábulas sobre la asistencia divina en uno y otro hay gran diferencia: porque el modo de salvarse Rómulo prueba gran benevolencia de parte de los Dioses; y el oráculo dado a Egeo de que no se allegase a mujer en tierra extraña parece que indica que no fue según la voluntad de los Dioses el nacimiento de Teseo.