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Iba alargándose la guerra del Peloponeso, y después de las derrotas de los Atenienses en Sicilia se preveía al principio que decaerían del imperio del mar y al cabo de bien poco que perderían del todo su poder; pero, encargado Alcibíades de los negocios, revocado que fue su destierro, causando en todo una gran mudanza, los puse en estado de poder hacer frente en los combates navales Concibiendo, pues, miedo otra vez los Lacedemonios, e inflamados, sin embargo, del deseo de la guerra, necesitando un general hábil y poderosos preparativos, confirieron a Lisandro el mando de la armada naval. Trasladado a Éfeso, y hallando que la ciudad le era afecta y sumamente adicta a la causa de los Lacedemonios, pero que se vela mortificada y en peligro de tornarse bárbara contrayendo las costumbres de los Persas, por las continuas mezclas de unos con otros, por la proximidad de la Lidia y porque los generales del Rey, por lo común, residían en ella, fijó él allí sus reales, dispuso que las naves de carga acudiesen de todas partes a aquel punto y llenó sus puertos de mercaderías, de negociaciones su plaza y de riquezas sus casas y talleres; de manera que desde aquel tiempo tuvo ya por Lisandro la esperanza de la magnificencia y poder de que ahora disfruta.

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