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Lisandro, en el momento en que se hizo dueño de todas las naves, a excepción de doce, y de las murallas de los Atenienses, lo que se verificó el 16 del mes Muniquión, el mismo día en que se ganó en Salamina la batalla naval contra los bárbaros, resolvió mudar también el gobierno; y como los Atenienses lo rehusasen y llevasen a mal, envió a decir al pueblo que estaban en el descubierto de haber quebrantado los tratados, porque subsistían los muros después de pasados los días en que debieron derribarse; por tanto, que estaban en el caso de deliberar de nuevo acerca de ellos, pues que habían faltado a lo convenido. Algunos dicen que ante los aliados manifestó el dictamen de reducirlos a la esclavitud, y que Erianto de Tebas había sido de parecer de que la ciudad fuese demolida y el territorio quedase para pasto del ganado. Mas, tenida nueva junta, y cantando mientras bebían, uno de Focea, aquella entrada del coro de la Electra, de Eurípides, que empieza: Hija de Agamenón, a tu rústica choza, Electra, vengo. se conmovieron todos, y tuvieron por cosa muy dura y abominable el destruir y arrasar una ciudad tan afamada que tan ilustres hijos había producido. Lisandro, pues, condescendiendo a todo con los Atenienses, mandó traer de la ciudad muchas tañedoras de flauta, y, reuniéndolas todas en su campo, a son de flauta arrasó los muros e incendió las naves, coronando al mismo tiempo sus cabezas, y aplaudiendo con himnos los aliados, como si en aquel día empezara su libertad. En seguida, sin perder tiempo, mudó asimismo el gobierno, estableciendo treinta prefectos en la ciudad y diez en el Pireo, Puso también guarnición en la ciudadela, nombrando por gobernador a Calibio de Esparta. Sucedió con éste que, habiendo levantado la vara para herir a Autólico, el atleta, a propósito del cual escribió Jenofonte su Banquete, cogiéndole éste de las piernas le levantó en alto y derribó en tierra; de lo que no sólo no se incomodó Lisandro, sino que reprendió a Calibio, diciéndole que debía saber mandaba a hombres libres; pero con todo, los treinta tiranos quitaron de allí a poco la vida a Autólico, precisamente por hacer obsequio a Calibio.

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