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Con dificultad y trabajo recabó de los Éforos que le dejasen partir, y se hizo a la vela. Los reyes, estando él ausente, reflexionaron que, mientras por medio de las cofradías dominase en las ciudades, sería el único árbitro y señor de la Grecia, por lo que pensaron en el modo de reintegrar a los demócratas en los negocios, excluyendo a sus amigos. Moviéronse, pues, alteraciones en este sentido, siendo los Atenienses los primeros que desde Fila marcharon contra los treinta tiranos y los vencieron; pero volviendo a la sazón Lisandro persuadió a los Lacedemonios que fuesen en auxilio de los oligarcas y contuviesen con el castigo a los pueblos; así determinaron salir a la guerra uno de los dos. Salió Pausanias, aparentemente, en defensa de los tiranos contra el pueblo; pero, lo primero que hicieron fue enviar a los treinta cien talentos, para la guerra, y nombrar a Lisandro por general. Viéronlo los reyes con envidia, y temiendo no fuera que de nuevo tomase Atenas. Consiguiólo en realidad, con ánimo de terminar la guerra, para que Lisandro no tuviera ocasión de hacerse de nuevo el dueño de Atenas por medio de sus amigos, con facilidad, y hecha la paz con los Atenienses, sosegó sus alteraciones y quito todo asidero a la ambición de Lisandro; pero como al cabo de poco se sublevasen otra vez los Atenienses, se culpó a Pausanias de que, quitado el freno de la oligarquía, el pueblo se había hecho atrevido e insolente, adquiriendo Lisandro opinión de hombre que no gobernaba a voluntad de otros ni por ostentación, sino derechamente, según el provecho y utilidad de Esparta lo exigía.

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