Lucio Cornelio Sila era de linaje patricio, que es, como si dijéramos, de linaje noble. De sus ascendientes se dice haber sido cónsul Rufino y haber sido en él más pública la afrenta que este honor: porque habiéndose averiguado que poseía en dinero acuñado más de diez libras, que era lo que la ley permitía, fue por esta causa expulsado del Senado. Los que después le siguieron vivieron en la oscuridad; el mismo Sila se crió con un patrimonio bien escaso, pues siendo mancebo habitó casa alquilada en precio muy moderado, como después se le echó en cara cuando se le vio más floreciente de lo que parecía justo; porque se refiere que, jactándose él y haciendo ostentación de sus haberes después de la expedición de África, le dijo uno de los conciudadanos honrados y austeros: “¿Cómo puedes ser hombre de bien tú, que, no habiéndote dejado nada tu padre, tienes ahora tanta hacienda?” Pues no era esto de hombre que permaneciese en una conducta y en unas costumbres rectas y puras, sino de quien hubiese declinado y hubiese sido corrompido por la pasión del lujo y del regalo. Ponían, por tanto, en igual grado de menos valer al que disipaba su caudal y al que no se mantenía en la pobreza paterna. A lo último, cuando, apoderado ya de la república, quitaba a muchos la vida, un hombre de condición libertina, que se creía ocultaba a uno de los proscriptos, y que, por tanto, había de ser precipitado, insultó a Sila, diciéndole que por largo tiempo habían habitado en la misma casa en cuartos arrendados, llevando él mismo el de arriba en dos mil sestercios, y Sila el de abajo en tres mil; de manera que la diferencia de fortunas entre uno y otro era la que correspondía a mil sestercios, que venían a hacer doscientas cincuenta dracmas áticas. Estas son las noticias que nos han quedado de su primera fortuna.