Embarcándose con esta determinación, se dirigió en primer lugar a Creta, donde se dio a examinar el gobierno que allí regía; y acercándose a los que tenían mayor concepto, admiró y tomó varias de sus leyes para trasladarlas y usar de ellas restituido a su casa; pero también hubo algunas que no le parecieron bien. Con amistad y agasajo inclinó a que pasase a Esparta a uno de los que gozaban mayor opinión de sabios y políticos, llamado Tales; en la apariencia, como poeta lírico, de que tenía fama, y para hacer ostentación de este dote; pero, en realidad, con el objeto de que hiciese lo que los grandes legisladores: porque sus canciones eran discursos que por medio de la armonía y el número movían a la docilidad y concordia, siendo de suyo graciosos y conciliadores. Así los que lo oían se dulcificaban sin sentir en sus costumbres, y por el deseo de lo honesto eran como atraídos a la unión, del encono que era entonces como endémico de unos contra otros; y parecía en cierta manera que aquel preparaba el camino a Licurgo para la educación. De Creta se trasladó Licurgo al Asia, queriendo, según se dice, comparar con el régimen cretense, que era moderado y austero, la profusión y delicias de los Jonios, como los médicos con los cuerpos sanos, los abotagados y enfermizos, para comprender mejor la diferencia de sus modos de vivir y de sus gobiernos. Descubriendo allí primero, según parece, los poemas de Homero guardados por los descendientes de Creofilo, y admirando en ellos entre los episodios que parece fomentan el deleite y la intemperancia, mezclada con gran artificio y cuidado mucha política y doctrina, los copió con ansia, y los recogió para traerlos consigo; pues aunque había entre los Griegos cierta fama oscura de estos poemas, eran pocos los que tenían de ellos algún trozo dislocado, como los había proporcionado el acaso; y Licurgo fue el primero que principalmente los dio a conocer. Los Egipcios creen que también los visitó Licurgo, y que admirado de la separación que ellos más que otros pueblos hacían de la clase de los guerreros, la trasladó a Esparta, y confinando a los artesanos y operarios, formó un pueblo verdaderamente urbano y brillante; y en esto aun hay algunos escritores griegos que convienen con los egipcios; pero que hubiese pasado también Licurgo a la Libia y a la Iberia, y que habiendo corrido la India hubiese tratado con los Gimnosofistas, fuera del Espartano Aristócrates el de Hiparco, no sabemos que lo haya dicho otro alguno.