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Muerto éste de allí a muy breve tiempo, todos creían que le correspondía reinar a Licurgo, y entró a reinar hasta que se supo que la mujer del hermano estaba encinta. Cuando esto se divulgó, anunció que el reino pertenecía al niño, si fuese varón, y declaró que él reinaba como tutor. Llaman los Lacedemonios a los tutores de los reyes pródicos. Sucedió que la cuñada le envió ocultamente mensajes, e hizo proponerle que quería deshacerse del preñado, con tal que, casándose con él, reinasen en Esparta. Horrorizóse del intento, pero no lo contradijo; antes fingiendo que lo aprobaba y tenía a bien, le dijo que no era menester que ella se estropeara el cuerpo, o se pusiese en peligro apretándose o tomando hierbas, sino que a su cuenta quedaría deshacerse de él después de nacido. Entreteniéndola de este modo hasta el parto, cuando entendió que era llegada la hora de éste, envió personas que la observasen y estuviesen con cuidado en los dolores, con orden de que si lo que paría era hembra, se entregase al punto a las mujeres; pero si fuese varón, se lo llevaran, estuviera en la ocupación que estuviese. Estando, pues, él comiendo con los magistrados, dio aquella a luz un varón, y vinieron los ministros trayéndole el niño; tomóle en los brazos, y se cuenta que dijo a los circunstantes: “Os ha nacido un rey, oh Espartanos”; y que después le colocó en el trono real, dándole el nombre de Carilao, porque todos se mostraban muy alegres, ensalzando su prudencia y su justicia. Vino a reinar en todo unos ocho meses. Era, por otra parte, muy bien visto de los ciudadanos; y en mucho mayor número que los que le obedecían como a tutor del rey y depositario del mando, eran los que se le aficionaban por su virtud y se mostraban prontos a cuanto les mandase. Había, no obstante, quien le tenía envidia, y quien procuraba oponerse a sus aumentos viéndole todavía joven, principalmente los parientes y familiares de la madre del rey, la cual se miraba como agraviada; y el hermano de ésta, Leónidas, zahiriendo en una ocasión a Licurgo con demasiada osadía, se dejó decir que ya sabía que él había de reinar, haciendo nacer sospecha, y sembrando contra Licurgo la calumnia, si al rey le sucedía algo, de que había atentado contra él. Otras expresiones como ésta le llegaban también de la cuñada: por tanto, incomodado con ellas, y temeroso por lo que podía ocultársele, resolvió evitar con su ausencia toda sospecha, y andar peregrinando, hasta que el sobrino, hecho ya grande, hubiese dado sucesor al reino.

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