35

Consagró Sila a Hércules el diezmo de toda su hacienda, y daba al pueblo banquetes sumamente costosos, siendo tan excesivas las prevenciones, que todos los días se arrojaba al río gran cantidad de manjares, y se bebía vino de cuarenta años, y más añejo todavía. En medio de uno de estos convites, que prolongó por varios días, murió de enfermedad Metela, y como los pontífices no permitiesen a Sila que entrase a verla, ni que la casa se contaminase con el funeral, le envió por escrito el desistimiento de su matrimonio; y en vida todavía mandó que la trasladaran a otra casa, en lo que guardó escrupulosamente, por superstición, lo prevenido en la ley; pero en cuanto a los gastos del entierro no se contuvo dentro de los términos de lo que él mismo había establecido, no perdonando gasto alguno. Traspasó también lo que había prescrito en otra ley acerca de la pro- fusión de los banquetes, procurando templar el llanto con festines y francachelas de mucho regalo y festejo. Hubo de allí a pocos meses espectáculos de gladiadores, y cuando no estaban todavía distribuidos los asientos, sino que hombres y mujeres se hallaban mezclados y confundidos en el teatro, casualmente le cupo estar sentada junto a Sila a una mujer al parecer decente y de casa principal. Era, efectivamente, hija de Mesala, hermana de Hortensio el orador, de nombre Valeria, y hacía poco que se había separado de su marido. Al pasar por detrás de Sila alargó hacia él la mano, y arrancando un hilacho de la toga se dirigió a su puesto. Volviéndose Sila a mirarla con aire de extrañeza, “Nada hay de malo- le dijo¡oh general! sino que quiero yo también tener alguna partecita en tu dicha”. Oyólo Sila con gusto, y aún se echó de ver claramente que le había hecho impresión, porque al punto se informó reservadamente de su nombre y averiguó su linaje y conducta. Siguiéronse después ojeadas de uno a otro, frecuente volver de cabeza, recíprocas sonrisas, y, por fin, palabra y conciertos matrimoniales, de parte de ella quizá no vituperables; pero para Sila, aunque se enlazó con una mujer púdica e ilustre, el origen de este enlace no fue modesto ni decente, dando lugar a que se dijese que se había dejado enredar, como un mozuelo, de una mirada y un cierto gracejo, de que suelen originarse las pasiones más desordenadas y vergonzosas.

Share on Twitter Share on Facebook