5

Pero lo más admirable entre todo lo que se ha dicho, a lo que yo entiendo, es que Lisandro obtuvo todos sucesos cooperando con él sus conciudadanos; Sila, estando desterrado y perseguido por la facción contraria de sus enemigos, al mismo tiempo que su mujer andaba prófuga, que su casa había sido asolada y asesinados sus amigos, hizo frente en la Beocia a innumerables millares de hombres, y exponiendo su persona por la patria erigió un trofeo; y con Mitridates, que le daba auxilio y tropas contra sus enemigos, en nada cedió ni usó de blandura o de humanidad alguna, sino que ni siquiera le volvió la palabra ni le alargó la mano, antes de saber de él que se desistía del Asia, le entregaba las naves y admitía los reyes de Bitinia y Capadocia; hazaña la más gloriosa entre todas las de Sila, y conducida con la mayor prudencia, pues que antepuso el interés público al particular, y como los perros de casta, no soltó el bocado y la presa hasta que el rival se dio por vencido, y entonces volvió el ánimo a vengar sus particulares ofensas. También sirve para el juicio y comparación de sus costumbres su conducta con Atenas; pues Sila, habiendo tomado una ciudad que le había hecho la guerra en defensa del poder y mando de Mitridates, le dejó la libertad y la independencia, y Lisandro no sólo no tuvo compasión alguna de ella, en consideración al gran poder y dignidad de que había decaído, sino que, destruyendo la democracia, la entregó a los tiranos más crueles e injustos. Veamos, por fin, si no nos acercaremos a la verdad todo lo posible manifestando que Sila alcanzó más trofeos; pero Lisandro tuvo menos defectos, y atribuyendo al uno la palma de la templanza y la moderación y al otro la del valor y la pericia militar.

Share on Twitter Share on Facebook