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Pagaban los aliados sus contribuciones, pero no daban los hombres y las naves que les correspondían, sino que, dejados ya de expediciones y de milicia, no teniendo que hacer la guerra, aspiraban sólo a cultivar sus campos y vivir en reposo, habiéndose hecho la paz con los bárbaros y no siendo de éstos molestados, que era por lo que ni tripulaban las naves ni daban hombres de guerra. Los demás generales de los Atenienses los estrechaban a cumplir con estas cargas, y usando de multas y castigos con los que estaban en descubierto hacían áspero y aborrecible su imperio. Más Cimón seguía en este punto un camino enteramente opuesto, no haciendo violencia a ninguno de los Griegos, sino que de los que a ello se acomodaban tomaba el dinero y las naves vacías y los dejaba que se acostumbrasen al reposo y a estarse quietos en casa, haciéndose labradores y negociantes pacíficos con el regalo y la inexperiencia, de belicosos que antes eran. De este modo, a los Atenienses, que todos a su vez servían en las naves y se ocupaban en las cosas de guerra, con los sueldos y a costa de los aliados, los hizo en breve tiempo señores de los que contribuían; porque, como estaban siempre navegando, manejando las armas, mantenidos y ejercitados en las continuas expediciones, se acostumbraron aquellos a temerlos y a obsequiarlos, haciéndose insensiblemente sus tributarios y sus esclavos, en lugar de compañeros.

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