Uniéndose desde allí con Sila en el Quersoneso, cuando ya éste se proponía regresar, le proporcionó un viaje seguro y transportes para el ejército. Como después de hechos los tratados y de retirado Mitridates al Ponto Euxino hubiese Sila impuesto al Asia veinte mil talentos. parece que fue para las ciudades un alivio de la severidad y aspereza de Sila el que en un encargo tan duro y desagradable se les mostrase Luculo no solamente íntegro y justo sino también afable y benigno. A los de Mitilena, que se habían pasado al otro partido, tenía determinado guardarles cierta consideración y que fuera suave el castigo por lo que habían hecho en favor de Mario; pero hallándolos irreducibles, marchó contra ellos, y venciéndolos en batalla los encerró dentro de sus murallas. Habíales puesto sitio; pero de día, y muy a su vista, navegó para Elea, y volviendo después sin ser visto ni advertido, se puso cerca de la ciudad en asechanza, y como los Mitileneos valiesen sin orden y sumamente confiados a apoderarsé de un campamento que suponían abandonado, cayendo sobre ellos hizo prisioneros a la mayor parte, y de los que se defendieron mató unos quinientos, habiendo sido seis mil los cautivos e inmenso el botín que les tomó. Así, detenido en el Asia por una disposición al parecer divina para desempeñar estos encargos, ninguna parte tuvo en los muchos y diversos males con que Sila y Mario afligieron entonces a los habitantes de toda la Italia; sin embargo, no mereció a Sila menor aprecio que los demás de sus amigos, antes le dedicó por afecto, como hemos dicho, la obra de sus Comentarios, y al morir le nombró tutor de su hijo, no haciendo cuenta de Pompeyo, lo cual parece haber sido el primer motivo de desavenencia y de celos entre estos dos jóvenes, inflamados igualmente del deseo de gloria.