8

El tiempo que Luculo dedicaba a estos objetos túvole Cota por ocasión favorable para pelear con Mitridates, a lo que se preparó; y como por muchos se le anunciase que Luculo estaba ya de marcha con su ejército en la Frigia, pareciéndole que nada le faltaba para tener el triunfo entre las manos, a fin de que Luculo no participase de él, se apresuró a dar la batalla. Mas, derrotado a un mismo tiempo por tierra y por mar, habiendo perdido sesenta naves con todas sus tripulaciones y cuatro mil infantes, encerrado y sitiado en Calcedonia, tuvo que poner ya en Luculo su esperanza. Había quien incitaba a Luculo a que, sin hacer cuenta de Cota, fuera mucho más adelante, para tomar el reino de Mitridates mientras estaba indefenso; éste era, sobre todo, el lenguaje de los soldados, los cuales se indignaban, de que Cota no sólo se hubiera perdido a sí mismo por su mal consejo, sino que, además, les fuese a ellos un estorbo para vencer sin riesgo; pero arengándolos Luculo les dijo que más quería salvar del poder de los enemigos a un Romano que tomar todo cuanto pudieran tener aquellos. Asegurábale Arquelao, general, en la Beocia, de Mitridates, pero que después se había pasado a los Romanos y militaba con ellos, que con dejarse ver Luculo en el Ponto sería inmediatamente dueño de todo; mas respondióle que no había de ser él más tímido que los cazadores, para que, teniendo las fieras a la vista, se hubiera de ir a perseguir sus madrigueras; y en seguida se dirigió contra Mitridates con treinta mil infantes y dos mil quinientos caballos. Puesto ya a vista de los enemigos, admirado de su número, determinó evitar la batalla y ganar tiempo; pero, presentándosele Mario, general que había sido por Sertorio enviado desde España con tropas en auxilio de Mitridates, y provocándole, se mantuvo en orden como para dar batalla; y cuando apenas faltaba nada para trabarse el combate, de repente, sin mutación ninguna visible, se rasgó el aire y se vio un cuerpo grande, inflamado, caer entre ambos ejércitos, siendo en su figura semejante a una tinaja y en su color a la plata candente; lo que puso miedo a unos y a otros, y los separó. Dícese que este suceso ocurrió en la Frigia, en el sitio llamado Otrias. Luculo, reflexionando que no podía haber prevenciones ni riquezas que bastasen a mantener por largo tiempo tantos millares de hombres como Mitridates tenía reunidos, mandó que le trajesen a uno de los cautivos, y lo primero que supo de él fue cuántos camaradas eran en su tienda, y después cuántos víveres había dejado en ella; luego que les respondió, hizo que se retirara, y del mismo modo mandó comparecer al segundo y tercero, etc. Multiplicando luego la cantidad de provisiones por el número de los que las consumían, halló que a los enemigos no les quedaban víveres más que para tres o cuatro días, por lo cual resolvió con más justa razón ir dando tiempo, y acopló en su campamento cuantos víveres pudo recoger, para acechar, estando él sobrado, el momento de escasez en los enemigos.

Share on Twitter Share on Facebook