Por lo mismo, se dice haber sido ésta la institución que mayor oposición encontró en los ricos, los cuales, sublevados contra él, gritando, se reunieron en gran número, y, por fin, le acometieron a pedradas, hasta obligarle a retirarse de la plaza corriendo. Y de los demás pudo escaparse y refugiarse al templo; pero un joven, demasiado pronto e iracundo, aunque de buena índole en lo demás, llamado Alcandro, le acosaba y perseguía, y al volverse hacia él, éste le hirió con una vara que llevaba, y le sacó un ojo. No se alteró Licurgo con tanto daño como había recibido, sólo se paró de frente, y mostró a los ciudadanos el rostro bañado en sangre, y saltado el ojo; entonces fue suma la vergüenza y sentimiento que los ocupó a todos, tanto, que pusieron en su poder a Alcandro, y le fueron acompañando hasta su casa, dándole muestras de su disgusto. Licurgo a los demás los despidió, alabando su porte; y en cuanto a Alcandro, mandándole entrar en casa, no hizo ni dijo contra él cosa que le ofendiese; solamente, diciendo a sus comensales y criados que se retirasen, le mandó que le sirviese. Alcandro, que era de buena disposición, hacía callando lo que se le ordenaba; y permaneciendo al lado de Licurgo, siguiendo su método de vida, pudo hacerse cargo de la dulzura de su carácter, de los afectos de su ánimo, de su arreglado porte, y de su dureza para el trabajo; con lo que le miro ya como debía, y dijo a sus camaradas y amigos que Licurgo no sólo no era ni áspero ni orgulloso, sino que él sólo era suave y afable para todos. Éste fue el castigo y pena que recibió: de ser un joven inquieto y altanero, quedar hecho un hombre bien educado y prudente. Licurgo, como monumento de su herida, edificó el templo de Atenea, a la que apellidó Optiletis, porque en el dialecto dórico a los ojos se les llama óptilos. Algunos, y entre ellos Dioscórides, que escribió un tratado sobre el gobierno de Lacedemonia, dicen que Licurgo fue sí herido, pero no perdió el ojo, y que edificó el templo en reconocimiento de la curación. De resulta de aquel desgraciado suceso, dejaron los Lacedemonios el uso de ir con bastón a las juntas públicas.