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Habiendo repudiado a Clodia, que era disoluta y de malas costumbres, se casó con Servilia, hermana de Catón: matrimonio también harto desgraciado; faltábale solamente una de las tachas del de Clodia, que era la infamia de que estaban notados los dos hermanos: en lo demás, por respeto a Catón, tuvo que sufrir a una mujer desenvuelta y perdida, hasta que por fin no pudo más. Había fundado en él el Senado grandes esperanzas, pareciéndole que le serviría de escudo contra la tiranía de Pompeyo, y de salvaguardia de la aristocracia, en virtud de haber empezado con tanta gloria y poder; pero él se retiró y dio de mano al gobierno de la república, o porque ya ésta adolecía de vicios y no era fácil de manejar, o, como dicen algunos, porque teniendo grande reputación se acogió a una vida descansada y cómoda después de tantos combates y trabajos, que no tuvieron el fin más dichoso. Así, algunos aplauden esta conducta, no sujeta a los reveses de Mario, que después de sus victorias de los Cimbros y de tantos y tan gloriosos triunfos no se dio por contento con tan envidiables honores, sino que por desmedida ambición de gloria y de mando, siendo ya anciano, entró a rivalizar con hombres jóvenes y se precipitó en hechos horribles y en trabajos más horribles todavía; y a Cicerón le habría estado mucho mejor haber envejecido en el retiro de los negocios, después de sofocada la conjuración de Catilina, y a Escipión entregarse al reposo después que al triunfo de Cartago añadió el de Numancia, porque también la carrera política tiene su retiro, no necesitando menos de vigor y de cierta robustez los combates políticos que los atléticos. Con todo, Craso y Pompeyo desacreditaban a Luculo por haberse entregado al lujo y a los placeres, como si estas cosas desdijesen más de aquella edad que el meterse en negocios y hacer la guerra.

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