No mucho después del regreso de Alcibíades desde Sicilia, toda la autoridad era ya de Nicias, pues aunque Lámaco era hombre de valor y justificación, y en las batallas peleaba denodadamente, se hallaba tan pobre y miserable, que en cada expedición se veían precisados los Atenienses a admitirle en las cuentas una pequeña cantidad para su vestido y calzado; y así a Nicias, ya por otras causas y ya también por su riqueza y por la gloria que había adquirido, era grande la preferencia que se daba. Cuéntase, por tanto, que, celebrando en una ocasión consejo de guerra, dio orden al poeta Sófocles para que, como el más anciano de los generales, diera el primero su dictamen, y éste le respondió: “Yo bien soy el más viejo, pero tú eres el más anciano.” De esta manera, teniendo bajo de sí a Lámaco, sin embargo de ser mejor general que él, y no usando de sus fuerzas sino con una nimia reserva y cuidado, primero con recorrer la Sicilia, lejos siempre de los enemigos, dio a éstos mucho aliento, y después con haber acometido a Hibla, aldea despreciable, y haberse retirado sin tomarla, incurrió en el mayor desprecio. Finalmente, se retiró a Catana, sin haber hecho otra cosa que asolar a Hicara, aldea habitada por bárbaros, donde se dice haber caído cautiva la célebre ramera Lais, todavía mocita, que, vendida con los demás esclavos, fue llevada al Peloponeso.