Cuando ya habían venido a este estado, se manifestaban los apasionados y amadores de los jóvenes que más se señalaban, y también los ancianos concurrían más a menudo a sus gimnasios, hallándose en sus luchas y sus chanzas, no de paso, sino en términos de parecer que todos eran padres, ayos y superiores también de todos; de manera que no había momento vacío, ni lugar libre de amonestador y castigador del que en algo errase. Nombrábase además un director de los jóvenes de entre los varones de más autoridad; y éste por clases elegía como por cabo al más prudente y belicoso de los Eirenes. Dan este nombre a los que están en el segundo año de haber salido de la puericia, y el de Meleirenes, a los de más edad de los jóvenes. El Eirén, pues, que tenía veinte años, mandaba a los que le estaban sujetos en las peleas, y de los mismos se valía como de sirvientes en los banquetes públicos. A los más crecidos les mandaba traer leña, y verduras a los más pequeños, y para traerlo lo hurtaban, unos yendo a los huertos y otros introduciéndose en los banquetes de los hombres con la mayor astucia y sigilo; y el que se dejaba coger, llevaba muchos azotes con el látigo, haciéndosele cargo de desidioso y torpe en el robar. Robaban también lo que podían de las cosas de comer, estando en acecho de los que dormían o se descuidaban en su custodia, siendo la pena del que era cogido azotes y no comer; y, en general, su comida era escasa, para que por sí mismos remediaran esta penuria y se vieran precisados a ser resueltos y mañosos. Y éste era el objeto de la comida tan tasada: pero dicen que además servía para que los cuerpos creciesen: porque se tiene por cierto que el espíritu se difunde a lo largo cuando no tiene que detenerse y ocuparse mucho en lo ancho y profundo, comprimido del excesivo alimento, sino que va arriba por la misma ligereza, estando ágil el cuerpo, y prestándose con facilidad. Créese que conduce también para la belleza, porque las constituciones delgadas y esbeltas son más propias para que los cuerpos sean derechos, y las gruesas y bien mantenidas se oponen a esto por la pesadez; así como de las mujeres encinta se dice que, purgando, los hijos salen sí delgados, pero bellos y graciosos, por la ligereza de la materia, que es más dócil a la formación. Pero quede para mejor examen la causa de este suceso.